La brisa dejó de acariciar la piel inocente de cuando ya en nosotros
se hace de noche.
El cariño más cercano ya es ausente y en el espejo del ascensor cuando bajamos a la vida lentamente nuestros ojos casi cerrados
ya no ven a nadie,
ni siquiera a poca gente.
Cruzamos la calle sin prisa porque a ningún sitio ya llegamos tarde.
Saboreamos cada instante,
cada momento
porque las arrugas del tiempo
nos hicieron sabios
y como eterna hoja caduca
nos suspenderemos en cualquier instante para la eternidad con el aire.
Agradezco tanto y tanto lo vivido, porque el dolor que pasé en esta existencia solo fue culpa de haber sido tan ingenuo
y con la mente poco atrevido,
el no haberla sabido entender
porque siempre llegaba tarde
a ningún sitio.
Entendí la vida cuando me di cuenta de que el camino era el destino y el final de cualquier cosa, empezaba por otro principio.
Poema propio.
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