Hubiera dado gran parte de mi vida porque hubiera llegado a conocerla…
Era ilusión de cada día abrir los ojos y suspirar a Dios, todo quedaba más cerca.
Solo preguntaba cuando conseguía estar serena y cuerda: ¿cómo estaba Júlia?
Solo pocos meses ya para poder verla.
Una lucha contra lo injusto, tiempo y vida.
No culpo a nadie que solo quiso
que no sucediera.
No se lo merecía.
No puede haber castigo más cruel y grande cuando el alma de una anciana espera la caricia de un bebé con tanto amor como si fuese el de su propia madre.
Si ahora la viese, se vería en un espejo su pequeña nariz respingona que hace de su sonrisa, entre todas, la más inocente, preciosa y grande.
Así es que cuando la tengo en mis brazos y la miro fijamente siento el dolor de aquel fatídico momento con la misma alegría que mi corazón siente cuando en mis mejillas siento las de Júlia…
mi ansiada y sin igual por siempre
querida nieta.
Reflejo también de quien más me ama y amó a cambio de nada en esta vida…
mi única y amada madre.
Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia