Ya no puedo verla igual,
ya no puedo quererla más
después de haberla visto.
Y si es que la vuelvo a ver,
seguro que la amaría más
que cuando más la quise aquella vez,
aunque ella de mí nunca haya querido.
Qué difícil acercarse
a quien vive lejos de lo prohibido.
Qué difícil saciar un hambre
de quien no la tiene
porque solo sufrimiento ha comido.
No se puede ablandar una roca
forjada a base de heridas y suspiros.
Solo puedes ser en ella erosión,
y al acercarte, redondear
las puntas de sus cuchillos.
Quiso algún día de corazón,
y algún día la partieron en trocitos,
hasta que su razón los recogió,
y con la cabeza alta y pecho
impenetrable y erguido,
a la vida dijo: «Aquí estoy yo…
que nadie venga si de mí
algún día ya se ha ido.»
Ay, mi Condesa,
ojalá dejes de ser piedra,
y no sacies el hambre de otro
sin que a la vez cure
a tu corazón herido.
Poema propio.
Fuente de la imagen… IA