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Nadie nos dijo
que vivir aquí sería
tan bonito como infierno.

¿Quién nos diría que íbamos a llorar
durante la vida más que cuando nacemos?
Se alejaron ya de mí jóvenes amigos
que viven en el cielo,
alguno ya con la maleta hecha,
y pobre e insensato yo de mí,
quejándome de que me hago viejo.

No nos enseñan a ser felices;
somos nosotros quienes decidimos serlo,
algunos con coraza en el corazón por si se rompen los sentimientos.

No sé de qué me quejo yo,
si tan feliz soy,
y al espejo de mi alma no me miro
cuando escribo estos versos.

Qué tonto fui y soy,
si por las mañanas me dicen «Buenos días»
y por las noches «Dulces sueños».
Solo tengo que querer a quien de verdad
me está queriendo,
aunque la cama se me haga grande
y solo sea yo quien me arrope cuando duermo.

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Poema propio.
Fuente de la imagen IA

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