Pasan por mis brazos tantos pensamientos,
que hoy quiero echar una zancadilla al tiempo
y acordarme de aquellos rincones,
de aquellos solos momentos,
donde al vino lo hacía tarde y añejo.

Siempre en el mismo lugar,
en la misma silla y a la misma hora,
fuese verano o invierno.
El ruido no importaba,
el humo tras el cristal y, en el papel,
mi vida que poco a poco se desgranaba en humildes versos,
como en el rosario,
cuando las penas descansan y las penas tienen consuelo.

Fueron tantas copas
y tantos sus silencios,
que el corazón se volvió amargo,
y mis poemas, vestidos de tristeza,
que vienen y van con sus letras al viento.

Y así vivo feliz,
cuando en ellos pongo mis sentimientos.

Pasan por mis brazos tantos pensamientos,
pero el vino ya no está en mí.
Me abandonó en el mismo lugar
desde que descubrí todos sus secretos.




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