La tarde se hacía larga
el bullicio era extremo,
el hambre lo acechaba y solo la comida podía calmar el ansia
de tanto desespero.
Se acomodó la mesa blanca
rodeada por donde se posan informales traseros,
en el aire dos o tres
palabras caminaban,
si eran pulgitas, minis o bocadillos pequeños lo que se estaba comiendo.
Así saciamos el hambre,
y las ganas de estar juntos de nuevo,
cualquier excusa nos vale
para decirnos con cualquier palabro, con cualquier metáfora, ridiculizando el diccionario y con nuesta propia jerga decirnos sin que nos suene extravagante y entre letras…
cuánto y a pesar de todo en nuestra especial familia…
«Cuánto nos queremos».
Poema propio.
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