Tiene la sincera sonrisa por costumbre y emblema.
Los gestos siempre le acompañan
con su dulce voz y cálido tono. Cuando a la cara te mira y habla,
la calma te queda como compañera.
No hay nadie que, si la conoce, no quiera conocerla,
porque solo hay sosiego por donde sus pasos velan.

No la conozco, aunque mi corazón quiera tenerla.
Se desvive por lo que hace,
porque lo que hace siempre vive en ella.
Cada mañana la miro y siento, para que me vea y sienta.
Y cuando no la veo, ya nada es igual,
porque el día ya no es el mismo si es que no está ella.

Ivonne, de tierras lejanas,
que, lejos del mundo y a la vez de todos, tan cerca.

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