Me gustaría acariciar las letras como me acaricia el aire, sentirlas en cada poro de mi piel, dibujarlas dentro de mi pensamiento y hacerlas rimas, hasta que en un cuaderno se queden escritos unos versos que emocionen y su poesía, para siempre, quede en el corazón de quien la leyó.
Ahora que el tiempo solo es calma, que sin agujas vive mi reloj, me doy cuenta de que la cama ya no me hace tanto daño. Las sábanas siempre visten de blanco, la almohada no suspira y el colchón vive hundido, porque ya a nadie encuentro a mi alrededor.
Las mañanas solo son mañanas, y las ilusiones se hicieron viejas en el fondo de un triste cajón.