Mi alma todavía viste su dolor. Amargo tengo en mi pecho el sabor de la sinrazón de su ausencia.
En el vaso de mis pensamientos aún bebo de su licor, en el que moja mi corazón desde que mis ojos ya no son en los suyos presencia.
No puede haber más dolor, porque ya la muerte me acompañó desde que me dijo, y sin decir, adiós. Ni una sola palabra que pudiera calmar esta locura de un olvido que no puede olvidarse aún de ella.
Mi alma todavía viste su dolor. Vive en el sufrimiento de una separación que, más que el suplicio de su privación, es la forma en que me abandonó, cuando vivía solo por y para ella.
Mi alma todavía viste su dolor. Qué pena, cuando ya solo es el recuerdo y su vacío lo que de ella queda en mi corazón.