el silencio de las estrellas distantes,
el de aquél monte donde las nubes son cielo y techo,
el del eterno horizonte dónde las almas bailan,
¡aquél!, el de las nobles miradas cuando a los ojos dicen «te quiero».
Amo… de la noche
sus calmas madrugadas,
a la luz del día
cuando me ofrece
ser cómplice de su infinito tiempo.
De mi vida amo solo mi presente…
del mañana no quiero ser cautivo
y de su pasado,
ya no me acuerdo.
Poema propio.
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