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Me quise agarrar a una vida que tenía perdida hasta en el pensamiento.

Pasé por los horrores de entre cuatro paredes, ser esclava de mi razón y entendimiento.
No tenía más juicio que la de ser fiel y servir a quién en su día en el altar me dijo… Sí quiero.
¡Maldigo cada segundo ese feliz momento!

Perdí la libertad, se apoderaba de mí el miedo a las noches
cuando la sobriedad en el aire era ausente y tener que agachar la cabeza denudándome ante alguien que solo para ese momento me decía te deseo.

Le di toda mi juventud y él a mí todas sus miserias,
Y ahora que los niños ya no son,
que comen en otro mantel sin compartir ya con ellos ni silla ni mesa
con lágrimas en mis mejillas le dije… Ni adiós.

Aunque con las arrugas del tiempo ya sea tarde para encontrar una nueva felicidad
Prefiero la soledad que morir a su lado de pena y tristeza.

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Poema propio.
Fuente de la imagen IA