revolcandome con su ausencia cada noche entre mis sábanas frías,
demadiado limpias,
demasiado blancas.
Despierto de mi sueño
y maldigo el profundo y frío océano que nos separa,
distancia de un amor eterno
que no deja de vivir en mí
y que por tocar un mechón
de su cabello
hasta de gozo podría morir.
Tengo su alma y su voz y él de mí.
«Maldito destino» …
¡Qué suerte cuando lo conocí!
Poema propio.
Fuente de la imagen:
https://pin.it/5H1qLPp