Vida que madura sin la queja
de quien me hizo presa,
por quien creí que me amaba y quería.

Me quedé sola con mi silencio.

Fui en él mujer y madre a la vez.
Solo vivía para y por él y su vida placentera.
Y ahora que me visten las arrugas,
que le di mi juventud y en sus ojos me hizo vieja,
ahora se que busca en otro sitio
fresca juventud, aunque sus manos ya le tiemblan.

Me quedé sola con mi silencio.

A nadie tengo a quien pueda decir,
con nadie puedo del brazo salir.
Solo me quedan recuerdos en las paredes de mi habitación,
una pequeña ventana y la tristeza como compañía,
cuando en sus cristales me reflejo.

Me quedé sola con mi silencio.
Tiemblo cada vez que escucho el crujir de la puerta y siento que entra,
porque ni mi corazón ni mis ojos ya quieren verlo.


Imagen del maestro pintor:
JOSEP DOMÈNECH I SÁNCHEZ



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