Vida que madura sin la queja de quien me hizo presa, por quien creí que me amaba y quería.
Me quedé sola con mi silencio.
Fui en él mujer y madre a la vez. Solo vivía para y por él y su vida placentera. Y ahora que me visten las arrugas, que le di mi juventud y en sus ojos me hizo vieja, ahora se que busca en otro sitio fresca juventud, aunque sus manos ya le tiemblan.
Me quedé sola con mi silencio.
A nadie tengo a quien pueda decir, con nadie puedo del brazo salir. Solo me quedan recuerdos en las paredes de mi habitación, una pequeña ventana y la tristeza como compañía, cuando en sus cristales me reflejo.
Me quedé sola con mi silencio. Tiemblo cada vez que escucho el crujir de la puerta y siento que entra, porque ni mi corazón ni mis ojos ya quieren verlo.
Imagen del maestro pintor: JOSEP DOMÈNECH I SÁNCHEZ