Hoy el ruido se me hace eterno. Cada golpe que escucho es un puñal que se clava en mi pecho. Este día me derrumban los recuerdos. Poco a poco los muebles se van rompiendo y la casa se va quedando vacía, como vacío me queda el pensamiento.
Hoy el ruido se me hace eterno. Cuánto me acuerdo de ella, cada vez que entraba y me daba un beso. "¿Cómo estás, hijo mío?", me decía. "Yo bien", aunque no siempre fuera cierto.
Cómo recuerdo el sofá, ya antiguo, su cama con olor a cielo, su armario, grande y profundo, y sus cajones, ordenados y llenos de inventos que hacían de sus días tan y tan llevaderos.
Hoy el ruido se me hace eterno. Ya no tengo la llave para ver sus paredes ni su silencio. Solo quedan esos golpes y trozos de recuerdos, donde mi madre daba su vida porque todo en su casa fuera esmero.
Hoy el ruido se me hace eterno. Ya no vive ella, y a partir de hoy, su rincón también se fue con ella al cielo. Cada golpe que escucho en su casa es un puñal que se clava en mi pecho.