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Qué dolor cuando de ti me acuerdo.
Cuánto amor me diste,
el mismo que ahora tu desprecio.

Hace tanto tiempo
que me dijiste sin decir… adiós,
que cada día de ti ya no me acuerdo.

Nunca pensé que te podría escribir
diciendo que ya no te quiero,
no porque salga de mi corazón,
sino porque el tuyo lo está queriendo.

No puedo pensar por tu pensamiento
y aunque fui tu amor y ahora tu infierno,
siempre serás para mí
un querer que ya busca consuelo.
Hay momentos para todo,
hasta tu mejor recuerdo,
como mi peor encuentro.

Ya no sé si te quiero…
ya no me importa saberlo.

Se hizo larga la noche.
El chapoteo del agua sobre el cristal
hizo de sus horas en el pensar juicio de propósitos sin vanidades.
El viento no dejaba de arrastrar
con su soledad
sus tristes realidades.

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Estar donde no se quiere.
Querer a quien no se tiene.
Sentir por quien no te siente.

El amanecer amaneció.
El silencio durmió.
Y nuestro caminar, otra vez
a pasear los tropiezos de una vida
que no te acaba de enseñar
que feliz solo es quien serlo quiere.

Todo parecía en el mismo lugar.
La cama sin importar
si quedaba sola o con alguien.
El café esperando la traición del azúcar
para hacerlo vulnerable.
En la mesa, la espera del día,
las prisas, su tiempo y realidades.

Así nos hicimos viejos, que no mayores.
Toda la vida en el espejo
y nunca supimos que, detrás de aquellos ojos,
nunca vimos quién de verdad somos,
ni en nosotros ni con nadie.

Qué larga se hizo la noche,
y yo conmigo sin poder hablar,
porque mi lápiz no deja de rayar
la mentiras y sus verdades.

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Poema propio.
Fuente de la imagen. IA

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