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Cuando entro me mira más expectante que asustada,
se pega al quicio de la puerta como la sopa a su cuchara.
Me mira, la miró, le digo ¡hola!, se vuelve a rascar y sin ser mal educada, sin decirme nada y sin dejar de verme… se marcha.

Miro su sobrevivir,
y mientras lo ordeno se pone panza arriba y con sus patitas me llama.

Su suave pelo rozo con mis dedos, medias vueltas va dando
como si mi mano le gustara,
de vez en cuando me lame un dedo hasta que de pronto me deja y en silencio de mí se aparta.

Pienso que como dice el refrán
«por el interés te quiero Andrés»,
porque cuando para ella marcho le dejo algunos chuches que son del cielo bendito regalo.

Así es desde casi siempre.

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Así que sé que en esta vida nunca seré soledad completa porque al atravesar aquella puerta,
de aquel principal primera habrá siempre una gatita Nala, que aunque no me diga ni miau…
Siempre se alegrará de verme.

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Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia

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