
entre nubes se perdían,
el olor a campo perfumaba
el aire recostado en aquel horizonte de paz
donde la vida siempre amanecía.
El pueblo era calma,
solo la sombra de aquel majestuoso árbol giraba
cuando la tierra sin descanso
bajo sus pies se movía.
Me quedé en silencio
contemplando su belleza,
entre un arco iris eterno
donde el pincel plasma su sonrisa.
Árbol, casas, pueblo, perfume
horizonte y vida…
paraiso en un cuadro de salón
de cualquier martes
donde el tiempo no pasa…
y que solo con el alma se pinta.
Poema propio.
Fuente de la imagen.
Cedida por su autor.
Dolores Vargas Lopez