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El día amaneció con amenaza de lluvia y tormenta.
El frío no había llegado, pero el calor ya se había ido.
Se respiraba la humedad en el ambiente; todo era cuestión de horas, y así pasó. Después de la mañana y aquella rutina de cada miércoles,
salí del lugar donde me llaman «profesor» porque así me dicen
cuando entro y salgo de la federación
de tenis de mesa, donde esa gente adulta, y no mayor, juega como niños.
Juegan y juegan, y es difícil que alguno de ellos, en esta nueva etapa de su vida, esté ausente.

Un poco mojado, llegué a casa; no fui precavido al salir.
Atendiendo los compromisos y, un poco, la comida, iba llegando la tarde.
Esa tarde tan diferente en mi vida.

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Llegué al lugar bien acompañado,
con algún nervio y alguna querida musa frente a mi pensamiento.
Empezaba la función:
unas escaleras y un pequeño cuarto
donde se dicen tantas y tantas cosas,
muchas más verdades que mentiras; entre micros y paredes de color lila
iba a empezar aquella programada cita.
Aquella media hora de entrevista
que Radio Esplugas FM me ofrecía. De la mano de mi ya amigo Luis Vizuete tuve el honor de ser el primero,
y yo también, era la primera vez que compartía mis palabras con una radio.

Solo fue empezar, y la tranquilidad comenzó a abordarme,
porque solo eran preguntas de mi vida,
de las vivencias que todos tenemos.
Cuando niños, lo felices que somos.
El despertar de la pubertad y sus contradicciones, la madurez y la lucha por la libertad, y por una familia a la que atender en todas sus necesidades.
Y así pasó, que hasta se me hizo corto al hablar, porque como si de un café se tratara, no tenía nada que inventar.
Solo expresar las vivencias que, sin ser, y como muchos, nada especial,
decir lo que sabes ya a quien no sabes quién te escucha, y ya no tienes nada que guardar, porque al final solo estás en esto que le llaman vida.

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Así acabó este miércoles tan diferente,
tan único, que copia ya no tendrá.
Estoy contento de mí, porque no me sentí nada importante y solo fui el mismo que cada día anda por la calle
y en un rincón, con mis letras, me dejo llevar.
Quiso Luis que acabara la función,
y Isabel, quien con los controles daba el visto bueno y el ok a todo,
con el único poema que me escribí y que pude hacer canción.
Esta canción que me acerca a mí,
y que aleja a los que conmigo no quieren estar,
porque soy complejo de vivir
y también, a veces, con quien a mi lado está.
Aquí dejo sus letras y a este miércoles 30 de noviembre que mi corazón ya nunca olvidará.

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Hoy quise escribirme a mí,
a estos 66 años que hoy cumplí,
a este suspiro de vida que en los demás perdí y en mí no tanto.

Aprendí a envejecer sin ser viejo,
a compartir cualquier tesoro sin ser rico,
a querer lo más inaudito del universo y amar a más de los que me amaron,
como bendito castigo.

Sé que no soy fácil de digerir,
que ni yo mismo me sacio,
porque siempre escribo y siento por ti…

Bufón de letras grises,
charlatán de versos largos,
payaso de distancias cortas,
a veces truhán de noches misteriosas
y madrugadas sin descanso.

Hoy quise escribirme a mí,
desde este rincón escondido,
un poema que siempre sentí
y que a nadie voy a decir,
que hoy, 30 de agosto,
66 años cumplí, pero como niño
en la vida sigo jugando.

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Texto propio.
Fuente de la imagen… Propia

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