Ya no siento desvelos en la noche. Las madrugadas, por mi almohada, pasean de puntillas. Los suspiros de amor se volvieron ruidosos ronquidos. Ya no hay por qué ni por quién abrir la ventana de mis ojos y de mis días.
Al lado, siempre, ahora tengo a nadie, porque al final es nadie quien me quiere en sus mejillas. Ya sé que no soy sencillo de manejo, ni de frases hechas de papel viejo y roto donde escribir vagos versos y de mentira.
Porque solo hablo cuando estoy en silencio, porque es cuando más callo cuando más siento la palabra, y llora mi lamento por allí, por donde mis letras caminan.
Sé que a veces no merezco que me merezcan. Nací para estar solo en este mundo, y solo en mi alma viven inquietudes que a mi vida son las que dan vida.