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La vi sin querer, ni yo la buscaba, ni ella esperaba de mí algún encuentro,
la llamé sorprendido, ¡Ángels, Ángels!, sin saber si era ella bien bien, acompañada estaba de Dolça, un galgo que la cuida como el cariño de una madre cuando amamanta a su bebé con su paciencia infinita.

Todo parecía agradable en esa mañana de domingo de agosto.

La calor seguía durmiendo,
gotas de lluvia fina vestían el asfalto,
la ciudad era calma dominada por el silencio, aunque con Ángels es difícil de mantener, con su sonrisa el aire se contamina, la vida parece a su lado distinta
Porque no hay teatro que a nadie engañe
es pura, con mente clara y cristalina donde dice lo que piensa y lo que piensa no queda en secretos de vida.

Con un elegante café nos vivimos y sentimos…
Loli, compañera a de casi cuarenta años, el galgo que ya se hacía querer, y como no, Ángels que sin permiso ya la hice amiga mía.

Nos despedimos sin prisa,
no fue una mañana más,
no fue un momento cualquiera que a la basura se tira.

Fue un desayuno con Ángels y Dolça donde mi compañera y yo
nos acordaremos toda la vida
de aquel domingo de lluvia fina
y de su esencia como ser envuelto en tormenta de sonrisas.

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Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia

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