otro día y no dejar de aprender.
¡En la cara!,
los colores de la tristeza,
dónde las lágrimas recorren
el curso de la pena,
que descansan en la orilla de mi condena
que sin delito me castigó…
¡que pena!
Lágrimas grises,
frías gotas que con el paso de los días,
mojaron el néctar de mi vida
que de sollozo marchitó.
Solo espero ese momento,
ese tiempo de lluvia
que en esas noches oscuras
mojen esta seca herida,
y que brote del tallo
de nuevo esa flor…
que la vida un día
para siempre en mí secó.
