Hoy el ruido se me hace eterno.
Cada golpe que escucho es un puñal que se clava en mi pecho.
Este día me derrumban los recuerdos.
Poco a poco los muebles se van rompiendo y la casa se va quedando vacía,
como vacío me queda el pensamiento.

Hoy el ruido se me hace eterno.
Cuánto me acuerdo de ella,
cada vez que entraba y me daba un beso.
"¿Cómo estás, hijo mío?", me decía.
"Yo bien", aunque no siempre fuera cierto.

Cómo recuerdo el sofá, ya antiguo,
su cama con olor a cielo,
su armario, grande y profundo,
y sus cajones, ordenados y llenos de inventos
que hacían de sus días tan y tan llevaderos.

Hoy el ruido se me hace eterno.
Ya no tengo la llave para ver sus paredes ni su silencio.
Solo quedan esos golpes
y trozos de recuerdos,
donde mi madre daba su vida
porque todo en su casa fuera esmero.

Hoy el ruido se me hace eterno.
Ya no vive ella, y a partir de hoy,
su rincón también se fue con ella al cielo.
Cada golpe que escucho en su casa
es un puñal que se clava en mi pecho.