PUEBLOS…
Terminada la siesta
y ya en el morir de la tarde,
las sillas, ante la puerta, se acomodaban,
las noticias del día…
rumores entre verdades y mentiras a los vecinos satisfacían.
El calor siempre era el primer detonante y, a partir de ahí,
mientras el tiempo
en sus bocas se perdía,
eran sus tertulias de principio a fin
todos los vaivenes
que en el pueblo se movían.
Recuerdo aquella cuesta
y empedrada calle,
donde, cogidos de la mano,
con el propósito de pronto alejarnos,
nuestras miradas con todas las demás
de aquellas dos aceras se cruzaban
y con gestos lejanos y cercanos se entendían.
Observados en estilo y tallaje,
si la ropa para ellos era honorable,
si los zapatos de mi novia
eran muy altos
o si en su cara
ortodoxo maquillaje vestía.
Así que nos dábamos para no ser criticados el primer beso
al torcer la esquina.
A veces el alcohol socializado despertaba rabioso,
y en buscado oscuro lugar,
la pasión sin ser observada aparecía.
Todo era tan controlado,
que aquellos que nos dijeron adiós antes
con un ¡Hola! de regreso con reloj en mano… ¡Buenas noches!
de nuevo nos decían.
¿A recogerse? El eco de sus voces se sentía,
y otra vez a la espera de la tarde noche del siguiente día,
para volver a besar sin saber si para ellos era pecado,
mis labios con sus labios…
al torcer de nuevo la esquina.
.
Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia.