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Subía las escaleras hasta el primer piso,
como cada día saludaba con sonrisa abierta, entremezclados sin voz sus labios,
olor a una limpia mañana y a un insinuado deseo pensé yo de amor de la cabeza a los pies.

La falda ni larga ni corta
bailaba con sutil movimiento de tacón y caderas,
sin querer percibí el color azul de aquello que tapaba la honradez,
nervioso y cómo un imán seguí aquella estela
y a cogerla apresurado del brazo antes de su desaparecer.

La aparté tras una puerta de cristal opaco y misterioso donde nadie podía ver.
Junto a su fría pared me insinué con descaro, en la boca la besé,
y con pleno consentimiento
bajo la falda empezaron
a jugar con mis manos y a sentir la humedad que desprende el aroma del jazmín en su piel.

Dobladas de placer sus piernas
apenas quedaron y que de pie
no se podían mantener,
crecían los suspiros a la vez que su ropa poco a poco se desprendía, ocupando yo en lugar de ella su drsnudez.

Bajaron mis labios donde las manos estaban presas, que de tanto moverlas se quejaban y con mi boca callé de nuevo su honradez.

El gemido se hizo gigante,
y subiendo por el vientre
hasta sus senos quisieron de amor llorar hasta que la ternura de sus pezones se volvieron rigidez.

El tiempo se acababa
cada uno debía a su lugar atender, abrí sus piernas como la dulzura de la ola cuando en la orilla pierde la vejez,
suavemente nos besamos los vientres y con música acelerada
y estribillo intenso
acabó nuestro concierto
en un éxtasis de placer.

De vuelta bajé a mi sitio
ella, cambió de puerta por la del cristal donde nadie ve,
nos miramos a lo lejos
y sin mediar palabra…
allí quisimos hasta la siguiente vez.

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Poema propio.
Fuente de la imagen…
Propia.