Salí apresurado al levantar,
el reloj de la pared me hizo tomar un café muy caliente y a la vez amargo,
no pude comer nada con él,
los calcetines del revés y sin atar bien los zapatos,
el cuerpo lo vestí con descuido y con cualquier trapo,
las lagañas de la noche se quejaban de que no las limpiara
con cuidado y el cabello no importaba…
Menos mal que soy calvo.
En el espejo del ascensor mi cara amoldaba,
entre los dedos las ganas de fumar algún cigarro.
Empezó un nuevo día
y a luchar la calle
comenzaba en un interior violento un nuevo día de trabajo.
Me extrañó un poco el silencio,
el escuchar de los pájaros su canto, el pasear de los perros con sus amos que con el pan bajo el brazo caminaban muy despacio,
y ver por las ventanas y entre cortinas,
más ojos que por la acera estaba cruzando.
No entendía el momento,
sin coches, sin prisas, gente solo corriendo como si fueran de gimnasio,
alguna bicicleta perdida,
como mi razón que parecía que seguía soñando.
Todo era extraño, el bus que no venía, que tardaba más de lo necesario,
No sabía qué decir si llegaba tarde al trabajo hasta que una voz sentí y con sonrisa me dijo:
feliz domingo tenga,
que pase un buen día y un buen año.
Miré el teléfono con prisa,
con los nervios desencajados,
¡madre de dios!, me dije
y aliviado sentía…
De día me he equivocado.
Volví a casa casi sin vida,
no sabía si correr o sentarme en cualquier banco,
volví a la cama y con la cabeza
por las sábanas tapada
El domingo para mí…
De nuevo había empezado.
Relato propio.
Fuente de la imagen… Propia