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De las últimas, fue mi mejor temporada,
salvados de la categoría que era el objetivo
jugábamos nuestro último partido para decidir puestos
que si quintos o si sextos ya el lugar no importaba .

Todo en la vida parecía que encajaba,
una prejubilación, un puesto de entrenador que siempre añoraba,
por fin se iba a cumplir mi sueño,
iba a satisfacer la mayor parte del tiempo en aquello que siempre me gustaba,
transmitir conocimientos de tenis de mesa,
ayudar a entenderlo y que la gente de él como yo se enamorará.

Todo transcurría en normalidad,
jugaba el segundo partido
y el segundo juego, el primero ya había ganado.
Allí, en Canet de Mar( Barcelona)
un 29 de marzo tropezaron mis pies, igual por tenerlos planos y
Zas,

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en una mano la pala que imagino no la solté porque vale no barato y la otra en el suelo apoyé y el peso de mi cuerpo que no era muy liviano en ella ser dejó caer,
Un mareo encontré y en una silla me sentaron con la mano colgando,
un esguince me dijo Mariano Jodar un rival campechano,
en dos semanas volverás a estar jugando…
no sé pensé,
me había caído muchas veces
pero nunca sentí aquel dolor tan fuerte y extraño.
El partido aguanté y al hospital me llevaron.

Siempre recordaré aquella mirada y aquellas palabras después de verme por rayos,
tienes la muñeca rota
y hay un 50% de posibilidades de ser operado, hay que estudiarlo.

Me abrieron la piel, me pusieron una placa y algún tornillo apretado,
una escayola blanca y dura
y un dolor tan intenso que a los tres días volví al lugar donde me enyesaron con lágrimas en los ojos y el ruego de que la mano me desvistieran porque no podía soportar tanto sufrimiento.

Al destapar apareció un edema
pero volvieron a tapar y a inmovilizar de nuevo otro vendaje
pero el dolor se quedó dentro.
Así quedó:
unos dos meses en el sofá sin poder dormir
medicamentos que me dejaban fuera de sí y esperando con angustia que ese tiempo llegara a su fin
y la muñeca poderla de aquella fuerte presión liberar y que volviera a ser mía y no un extraño.

Llegó el día, cortaron lo que tenían que cortar
y allí estaba con ansiedad esperando.
Dijo el cirujano extrañado, como es que tenía tanto trapo que quitar,
como si hubiese sido yo
quien me la hubiera la mano vendado.

Me quedó como un globo
La yema del dedo con nada podía rozar,
no se explicaban qué había pasado
para mi casa me fui de nuevo llorando sin escayola, pero con el mismo dolor que había llegado.

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Comenzó mi rehabilitación,
sin poder mover los dedos
sin poder abrir un simple yogur, sin poder atar un zapato y lo que me dijeron podía ser dos meses
podían ser ya dos años.
Dijeron que mala suerte,
que una distrofia compleja simpática me había en la mano quedado,
tuve que renunciar a poder entrenar al club que con tanta ilusión que verbalmente ya había firmado,
así que en casa y sin poder salir…
El mundo se me vino abajo,
empecé a sentir miedo a la calle,
a cruzarme con nadie…
Solo esperaba la noche sabiendo que ya nada ni nadie podía romper mi silencio y llanto.

Así empezó mi depresión que todavía estoy tratando,
hasta querer tirarme por el balcón llegué a barajar,
y a quien podía con ello hacer daño.

Todo caminaba lento
el pensamiento se hizo descuidado, la voluntad quedó a cero y solo buscaba algo en algún momento que me sacara del sentimiento de fracasado.

Apareció por casualidad una noticia,
un club de forma esporádica quería probar en semana dos días un entrenador para completar a sus jugadores y socios que estaban en crecimiento y así de esta forma
encajarlos.

Me atreví a probar aquella apuesta,
era en Hospitalet de Llobregat
en el instituto Berenguer y en su gimnasio.

Llegó la hora de la verdad
Y tuvo que acompañarme mi mujer, mi compañera y sus cuidados.
Tenía miedo a coger solo el bus,
a decir hola y adiós,
dudaba de si para el trabajo estaba formado.
Desconectamos la alarma del lugar 2…, y allí estaban las mesas y su espacio.
Me ayudo a montarlas
Y esperó a que diera mis primeras indicaciones,
mis primeros golpes después de tanto calvario.
Y así comenzó mi recuperación
Hasta el día de la fecha, sigo entrenando.

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Después de lo pasado ya todo me da igual,
me da igual si al final no puedo doblar los dedos ni cerrar la mano,
feliz por mi salud mental que me ha hecho descubrir las zonas más oscuras y peligrosas
que no se ven cuando con alguien que las tiene hablamos.

Sigue el dolor físico,
Pero por descubrir el valor de la vida…
Valió la pena haberse roto la mano.

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Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia