
Todo empezaba en el número 9
de la calle San benito.
Allí, en casa de Juan Ortega Cabello…
joven se lo llevó la que se lleva
a veces a la gente sin merecerlo.
El plan no era tan sencillo,
había que ir de Bujalance a Córdoba
39 km en una mañana
y comprar con medida exacta
la estancia aproximada de treinta días para cinco personas,
jornadas habituales que se trabajaban en el campo del sur y su vendimia francesa.
En la cuadrilla:
el manijero, la cocinera, el romántico y un loquero, «el otro» que por describir me falta, no se sabía para que venía ni para que saberlo.
Llegó el día señalado,
y de poca vida firmado el contrato,
en Septiembre se empezaba,
y en octubre en casa casi siempre ya se dormía.
La salida era todo un espectáculo,
en el andén, maletas y bultos
llenaban su escenario,
los asientos sin ser numerados hacían del largo trayecto una pesadilla
si no se conseguía el camarote adecuado.
Aún sin el tren todavía estar parado,
subió nuestro capitán de la cuadrilla, y de un salto por la ventana abierta se introdujo
y después todas nuestras mochilas,
primer objetivo cumplido,
no dormiriamos por los pasillos tirados.
Como no íbamos a llegar temprano,
el tren muy cortés se apartaba a un lado de todos los que sin parar le pedían paso…
Íbamos como borregos y algo descuidados,
y para pasar la frontera,
el documento nacional de identidad, el pasaporte de trabajo y el contrato del patrón firmado.
Dos formas de trabajar…
una a jornal y otra a destajo.
A jornal siempre mandaba un guía, el dueño de la bodega, nadie podia adelantar su surco y los retrasados eran ayudados y a la vez todos terminabanamos en la misma hilera.
No más tarde de las seis la mañana comenzaba el trabajo,
las hojas de las parras frías y mojadas por el rocío encojian los racimos de uvas en las manos,
y los zarpónes de barro en las botas de agua hacían de nuestro andar difícil de seguir el paso,
los franceses entonces no hablaban y de todos tiraban y tiraban hasta terminar sudando.
A las 11 se paraba,
tocaba el merecido descanso.
La comida en la casa esperaba y
un cuadrante nos guiaba,
la cocinera siempre la misma,
todo lo demás cambiaba,
el que recogía la mesa, el que barría,
el que fregaba los platos
y el que el suelo mojaba
con la fregona torcida,
cada semana las labores cambiaban.
Por la tarde el pastel se giraba,
el capitán del barco
que por la mañana no hablaba
se paraba con las tijeras en las manos, y de pie parado mirando el castigo del sol
de noticias de España nos hablaba,
la calor los mataba, y nosotros… en nuestra salsa pasábamos los días con estos contrastes, mientras el alcohol a pasar los días con los recuerdos nos ayudaba.
Una vez solo Huevos y carne,
era la fiesta de la campaña,
los alimentos que no pudimos traer imposible de comprar…
la peseta con respecto al franco francés era muy baja.
y el pescado que teníamos que comer se quedó en el agua.
Todo lo que teníamos eran latas.
La lluvia nos mataba,
no por su encanto,
sino porqué era para nosotros un gasto más y una vuelta con retraso.
Con patatas y vino el patrón nos conformaba,
y al final del día la voz de Jorje Cafrune y sus pensamientos,
con nosotros se quedaba soñando en aquella maltrecha cama.
Así viviamos estos días,
cientos de miles de andaluces por la vendimia del sur de Francia.
Cuando ya de vuelta regresamos,
en la mente un objetivo,
juntar todo el dinero unos días
y ofrecer toda la divisa al banco que ofreciera el mejor cambio.
Volvió nuestra intimidad,
la de no compartir ni ducha ni lavabos con extraños,
Así pasábamos nuestro septiembre y nuestro octubre sin terminar,
con los dientes negros de tanto vino y angustia
por tan poco dinero que faltamos del hogar.
A esperar otra campaña,
si el contrato llega al manijero de su capitán.
y tener la suerte de que de uno se acuerde y vuelva otra vez a su puerta llamar.
Así el año que viene en un supermercado y 8000 pesetas en comida para el sur de Francia y en un tren borreguero…
con mis paisanos poder volver a viajar.
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Poema propio.
Fuente de la imagen:
https://dclm.es/noticias/10412/unos-1100-trabajadores-de-castilla-la-mancha-iran-a-la-vendimia-francesa

