Siento pena y vergüenza de aquellos políticos vestidos, sin importar el traje, mientras sus bolsillos callan y en silencio calmen.
Violadores de verdades desde el atril del odio y la mentira, afrenta de pensamientos intencionados y fingidos, tan distantes en las palabras, pero pegados en la misma mesa cuando, con sus risas y en su ombligo, sacian el hambre.
Miserables actores de teatro, asesinos de ilusiones, sin escrúpulos oradores que a su propia madre venden por un cacho de poder y dinero con olor a sangre.
Políticos de vergüenza que, como Pilatos, solo saben lavarse las manos, callar... y que los demás por ellos maten.