Llegó, quizás, por casualidad,
pero el destino quiso que nos acercáramos.
Vive en una inquietud,
en un sano pensamiento,
en una feliz adicción de la que, por suerte, tengo conocimiento.

No nos caímos ni mal ni bien...
Solo nos entendimos con dos palabras y sin apenas vernos.

Al poco, me invitó a cenar.
Quiso estar por mí y mi corazón le abrí;
el suyo un poco comprendí.
Ya no podré dejar de ayudarla,
porque, sin interés,
ella ya lo ha dado todo por mí.

Vive en la lógica y la razón,
mientras yo en el caos de la improvisación,
entre sus buenos y malos momentos.

Da calma cuando hay tormenta,
chispa cuando todo queda muerto,
es solución, porque para ella nada es problema.
Es Patricia, que a todo le da duro,
porque darle duro a todo ahora es religión que de orar no cesa.

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