el sabor del mar,
y en los ojos la felicidad de un momento que no podía respirar.
Navegar en su calma brisa dónde el horizonte no termina,
besándose el cielo
con el agua marina,
sin más ruido que el chapoteo de una vela al viento.
Entre gritos sin desespero
algún chillido al aire en un balanceo sin apenas mareo.
Náufragos de vida.
Entre cantes y algunas palmas
chocantes sordas y sonantes,
en esa pequeña cubierta mecidos por el baile de su oleaje.
Seis eramos los amarres,
dos de ellos hijos, yo su padre,
y los demás, de la vida amantes.
Robé un tesoro a la vida,
como pirata de mares
secuestré el momento
haciéndolo mío…
¡Cómo quise a ese barquito
de poco barullo!,
ese día de azul cielo,
ese día de Mayo
en el que nevegué por
la verdad de mi vida,
cuándo en tierra en mí…
solo es vacío.
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Poema propio.
Fuente de la imagen… Propia.