La pienso cuando no la veo.
Y cuando la veo, la quiero sin pensar;
no se piensa cuando el amor sale sin permiso del corazón,
sin barrotes ni cadenas, donde nada ni nadie lo mantienen cautivo y del mundo preso.

Vive solo para amar, porque sin tener dos años y a tan corta edad,
no hay maldad en las palabras, son limpias las miradas
y entre sonrisas, cuando sin decir nada,
a los ojos, los suyos te dicen: “Hola, ¿cómo estás, abuelo?
Me alegro de verte, ya te echaba en mis días un poquito de menos”.

Así dice Júlia cuando me ve,
y así le digo cuando la veo:
que es la vida de mi vida
y por quien escribo estos versos,
que son la felicidad mía,
olvidándome de cualquier dolor y sufrimiento
cuando en ella solo pienso.

Júlia, casi dos años de edad,
mi nieta... cuánto es lo que la quiero.