La pienso cuando no la veo. Y cuando la veo, la quiero sin pensar; no se piensa cuando el amor sale sin permiso del corazón, sin barrotes ni cadenas, donde nada ni nadie lo mantienen cautivo y del mundo preso.
Vive solo para amar, porque sin tener dos años y a tan corta edad, no hay maldad en las palabras, son limpias las miradas y entre sonrisas, cuando sin decir nada, a los ojos, los suyos te dicen: “Hola, ¿cómo estás, abuelo? Me alegro de verte, ya te echaba en mis días un poquito de menos”.
Así dice Júlia cuando me ve, y así le digo cuando la veo: que es la vida de mi vida y por quien escribo estos versos, que son la felicidad mía, olvidándome de cualquier dolor y sufrimiento cuando en ella solo pienso.
Júlia, casi dos años de edad, mi nieta... cuánto es lo que la quiero.