¡Hola, cómo estás!, me dice el amanecer 
cada día en el pensamiento.
Y cada día le digo con callado silencio
que ni bien ni mal,
que solo depende de si con ella puedo
estar o será, si es que otro día, solo
la veré en mi recuerdo.

¡Hola, cómo estás!,
me dice cada día,
y cada día no le digo lo tanto que la quiero,
porque sé que voy a perderla
y no quiero dejar de quererla hasta el último momento.

Valió tanto la pena conocerla,
aunque en mí tenga ya disparado el tiempo.
Hola, cómo estás, me dice cada día,
y cada día en mí la tengo.

No sé qué seré en sus días,
si solo un recuerdo pasajero;
pero a mí me dio la vida,
y solo por eso volvería a nacer,
aunque toda la vida fuese tormento.

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