
el plácido dolor cuando escuché llorar por primera vez a mi nuevo amor sin que hubiera por medio
ninguna herida.
Sangre de mi sangre,
resplandor que alumbras
al mismo sol
y al anochecer duermes
con tu candor
a la brillante y encantadora luna.
Valió la pena
por ese solo instante vivir,
valdrá también la pena morir
dando por siempre
mi solitaria vida a su vida.
Qué feliz cuando al nacer
me hizo madre,
qué feliz cuando miro a sus ojos
y mi garganta en silencio de gozo llora y grita…
hija cuánto te quiero, hija, hija,
mi ansiada hija.
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Poema propio.
Fuente de la imagen.
Cedida por su autor
Maestro pintor… Josep Domènech i Sánchez

