
«Estoy prometido y ella embarazada» .
Así le dije con la sinceridad de mi conciencia,
aunque mi deseo en ese momento, como ella a mí también la deseaba.
Tuvo un instante de duda,
cómplices en el pecado
la noche a todo invitaba,
nunca desperté gozando como aquel amanecer.
Resaca de un sueño jamás soñado, sueño jamás imaginado, tan querido y a la vez siempre odiado.
De vuelta la reflexión conté aquién me llevó con él.
Un fin de semana de cacería
que sin gustarme para mí fue mayor.
Fui cazado por un destino
que me dio la vida al igual que me quitó
de una vida ya ordenada,
que sin final ni principio nunca terminó.
No lo pude hablar con quién más quería,
lo prohibido no me dejó,
callado estuve en todo mi tiempo,
vivía todo el día con ella
pero las noches en mi pensamiento eran perdidas
entre aquellas montañas con Alicia y en el calor de aquella cabaña que aún vivía en mi corazón.
Lloraba ya el bebé
y junto a su madre María empezó en mi razón una nueva vida.
Juntos vivimos y sufrimos su querer,
Alba, crecía y crecía hasta que de pronto se hizo mujer.
De repente una llamada despertó el interés,
mi amigo quiso volver a cazar de nuevo otra vez,
al mismo lugar donde como aquél día nunca más amaneció, cabaña de fuego que nunca se apagó.
No iré, le dije sin alguna razón.
Nunca la caza me gustó,
aquellas montañas no fueron nunca de mi piel,
quizás Alicia sea ya de otro,
o quizás en ese mundo ya no está.
No volví jamás a ninguna cabaña,
y en los ojos de María siempre desperté,
Alicia fue creciendo y con un cazador de invierno en silencio la casé.
María seguía feliz en su rutina viviendo,
y de cacería en mi mente…
alguna vez se fue.
Relato propio.
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