
Treinta y un años vestido
de azul turquesa
que entre manga corta, ancha y larga
cubrieron tantas horas
mi arrugada ya piel.
Con trapo blando y plumero
comenzaba el día,
en la boca siempre un buenos días,
y entre escoba, recogedor y fregona
mi jornada anunciaba
en el barrio su amanecer.
Aprendí de las llaves
todos sus llaveros,
miles de recados sin ser mensajero,
cientos de cartas entregadas
sin ser cartero,
suelos brillantes
sin ser pulidor, ni limpiador de escaleras, ascensores y espejos,
recogedor diario de basuras…
sin ser basurero.
Como buen pago,
algunas vejaciones
sin para nada merecerlo.
Treinta y un años
que me parecieron un momento.
Alegrías, carcajadas y sonrisas
entre llantos de tristeza y desconsuelo.
Paredes blancas de mi piso entresuelo,
me pasó sin avisar el tiempo,
mis hijos allí se hicieron,
murió mi padre y mi madre…
aún la veo.
Portero siempre de día,
algunas muchas noches,
también fui de los demás sereno.
Treinta y un año
de un feliz cautiverio.
Continuos saludos y despedidas,
navidades…
entre botellas de licores
y algún sobre con dinero.
67 puertas y dos escaleras que marcaron mi vida.
Gracias de corazón doy
a ese 146 de la calle París de cortesía,
a esa calle que tanto amé y odié,
a esa calle
que me dio y quito vida.
Recuerdos de un portero-delantero de sin título profesión,
que solo quiso dejar vivir
a los vecinos en paz,
para así también poder en paz…
llegar él a serlo.
Feliz Navidad
a todos siempre deseo,
aunque el calendario
marque cualquier otro tiempo.

Poema propio.
Fuente de la imagen…
Propia.

