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Nunca fue un juego pasajero,
sus llamativos colores derrochaban
oro sangre y fuego,
el azar elegía la batalla.

Cómo siempre todo se trataba
de como fuera
aunque a lo demás se matara
ganaba quién
a su territorio llegara el primero.

Quedó para siempre conmigo en el alma guardado el verde esperanza,
mis continuos errores
fueron mis salvadores
para ganar a los otros colores
sin que perdieran por mí
un grano de su pigmento.

Sobreviví al recuerdo
de difíciles momentos
y casilla a casilla mi camino y mi vida se fueron encontrando y perdiendo.

Los tonos eran los mismos,
los jugadores iban cambiando
con el tiempo,
a otros nunca le gustó mi encuentro
y al final sin nada que compartir
igual que vinieron se fueron.

Ahora que ya joven no me veo,
quisiera jugar, pero no puedo,
el parchís de mi vida
se quedó sin mi verde esperanza,
de los demás colores
nunca quise ser
ni esclavo ni dueño.

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Poema propio.
Fuente de la imagen:
Cedida por su autor.
Maestro pintor.
Josep Domènech i Sánchez