¡Qué poca infancia
se perdió en mi tiempo!
No conozco bien las letras,
no me acercaron a ningún colegio,
me enseñaron pronto
a decir don José,
¿señora… que usted necesita en cualquier momento?
El delantal como vestido lucía todo el día, el trapo de limpiar en el bolsillo,
y al anochecer siempre me acompañaba el sueño.
Encontré hombre que por falso amor
me hizo trabajar
fuera de casa y dentro,
me entretuvo
con el llanto de algún hijo
que como matrimonio decía tenía,
aunque no pariera a ellos derecho.
Siguió la vida su curso.
El plato para todos
siempre puse en la mesa,
en la cocina mis suspiros,
y en la noche sin querer
las piernas abiertas
junto al llanto de mis días
que los secaba mi silencio.
Los hijos se fueron yendo
el marido murió
por una vida de exceso,
y ahora que me tiemblan las manos
que casi andar ya no puedo,
me encuentro sola y me digo:
con todo lo que llegué
a servir en la vida,
que poco sirvo ahora…
que ya nadie
quiere mío ningún beso.
Poema propio.
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