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Con el aroma de un solo café,
en un luminoso amanecer y eternamente largo quedó mi legado…

junto a ellos en vieja mesa y mantel al mundo que quiso ser,
quedó abierto mi humilde diario.

Para unos fue oros,
otros lo pintaban bastos,
siempre según con el cristal…
si se rompe por llorar,
o si es solo puerta de paso.

Línea a línea dejé mi vida en él
sin importar
quién ahora quisiera leer.

Al final gané
si es que algo siempre perdí
porque escribir libre pude en él
todo lo que llegué a sentir.

¡Qué imbécil de mí!,
tanto tiempo alejando a mi soledad por los demás,
compañera fiel que
conmigo sola quiere estar!

Es por eso que mi diario, mis letras y su despertar…
En algún sitio
con alguien siempre viviran.

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Poema propio.
Fuente de la imagen.
Cedida por el maestro pintor.
Josep Domènech i Sánchez